Un, dos, tres, carabí, carabá


 Número indeterminado de jugadores. El que la paga se coloca frente a una pared de una casa, apoya un brazo en ésta y sobre el brazo, la cabeza, manteniendo los ojos cerrados. El resto de jugadores se colocan en una hilera en la línea de salida, mirando hacia el que la paga, y con el pie derecho adelantado en posición de inicio de la marcha.

Para comenzar el juego, el "pagano" dice "un, dos, tres, carabí, carabá". Mientras lo dice debe seguir en la posición inicial, lo que le impide ver. Son esos los segundos que deben aprovechar los jugadores para avanzar uno o varios pasos, dependiendo de la habilidad y ligereza de cada uno.

Justo cuando temina de decir "carabá" debe volverse rápidamente para ver si pilla a alguno en movimiento; si es así, el pillado tiene que volver al punto de partida; el resto se mantiene en su sitio. Si no pilla a nadie moviéndose, todos continuarán desde el punto al que habían llegado en ese primer avance. En cualquiera de los dos casos, el juego continúa con el mismo sistema: el que la paga dice todo el rato "un, dos, tres, carabí, carabá" y se vuelve a ver si pilla a alguien. El juego termina cuando uno de los jugadores llega a tocar al "pagano" sin que éste haya logrado descubrirlo en movimiento. El que lo consigue pasa a pagarla.

Mientras se juega, se van alternando momentos de ritmo frenético en que todo el mundo se mueve lo más rápidamente posible, con momentos en que todos parecen haberse convertido en estatuas de sal.

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En Larués jugábamos casi siempre en la pared de casa de Indalecio; el que la pagaba se colocaba subido al banqué y apoyaba la cabeza en la ventaneta de la tienda. En la fotografía podemos ver la ventaneta, es la situada más abajo a la izquierda.




[Fuente: recuerdos de infancia, de Rosario de Jiménez y míos; ilustración a lápiz de mi hijo Alberto]