El teléfono roto


Se colocan todos los participantes, menos uno, sentados, uno al lado del otro, formando una hilera. Lo ideal es hacerlo en un banqué. El que no se ha sentado hace de Madre y se queda fuera, de pie. El jugador sentado en uno de los extremos -el primero de la fila- emite un mensaje determinado, el que él quiera, se lo inventa, y se lo dice al que está sentado justo a su lado, al escuchete; éste se lo dice, al siguiente, y así sucesivamente, hasta llegar al final. Es muy importante que los mensajes se transmitan siempre al escuchete.

Cuando el mensaje ya ha llegado al último jugador, será la Madre la encargada de aclarar cómo ha llegado éste a su destinatario, para lo cual debe preguntar al primero qué es lo que dijo, y al último qué es lo que ha escuchado. Estas preguntas, tanto al primero en hablar como al último en escuchar, son hechas por la Madre y contestadas por los aludidos también al escuchete, el resto de los jugadores no oyen las respuestas.

Entonces, la Madre se sitúa aparte, sola frente a todos y dice: "Fulanito ha dicho tal y Menganito ha entendido cual". Es importante que la Madre sepa hablar claro para que, ahora sí, todos entiendan cómo ha resultado el juego.

Un ejemplo cualquiera de la deformación que puede sufrir el mensaje desde que es emitido hasta que es recibido es el de la ilustración:

El perro se va a la playa.

El entierro fue en la bajada.

Si el resultado es gracioso los participantes se ríen y si no, pues no...

Y así el juego puede repetirse una y otra vez hasta que el cuerpo aguante o hasta que se haga de noche o de día, según cuando se haya empezado a jugar.


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Jugábamos siempre en los banqués de la plaza, especialmente en el de casa Indalecio.

Fuente: recuerdos de mi infancia; ilustración de mi hijo Jorge.